martes, 28 de junio de 2011

Mi caja mágica

Había una vez una niña. 
Ella era una niña preciosa, tenía unos ojos azules claros y limpios como el cielo, y unos rizos dorados que enmarcaban su dulce tez, que irradiaba inocencia. Quizás lo mas bonito de ella, no era su apariencia, sino su sonrisa. Ella no tenía amigos, siempre estaba sola con su cajita de música, pero su sonrisa era sincera, era una niña feliz.
Ella no jugaba con muñecas, ni a cocinitas, ni hacia pasteles de barro. Ella coleccionaba palabras.
Tenía unas cajas, que escondía debajo de su cama, donde guardaba las palabras que escuchaba.
Tenia una caja azul, donde guardaba las palabras frías y distantes, aquellas que cuando te las dicen sientes un frió tajante. 
Tenía una caja amarilla, donde almacenaba las palabras agradables, y cariñosas como “amigo” o “felicidad”.
Tenia una caja roja donde guardaba las palabras con amor, como “te amo”.
Tenía una caja morada donde guardaba palabras normales, pero eran cosas que quería hacer alguna vez en su vida como “volar”.
También tenía una caja negra, donde guardaba las palabras feas, los insultos, y las blasfemias. Esta la tenía atada con un lazo naranja, para que no se abriera y se escaparan las malas palabras.
La caja mas llena era una de color verde era la que guardaba las palabras largas y de las cuales no conocía el significado, como “cardiovascular” o “poligamia”.
Por las noches, se acostaba pronto, pero se dormía tarde. Se quedaba escuchando lo que hablaban sus padres, para coleccionar las palabras que decían. Algunas noches, cuando discutían, coleccionaba palabras feas, otros días, palabras con amor, algunos otros días, palabras desconocidas.
Pero ella escondía la caja mas bonita, la mas pequeña, una cajita de color dorado con purpurina de colores y pequeñas piedras brillantes. La caja estaba vacía.
Ella buscaba la palabra mas bonita del mundo para guardarla en esa caja. Su búsqueda duro muchos años.
Aquella niña, ya no era una niña, era casi una mujer, había crecido mucho, pero seguía coleccionando palabras. Había agregado una nueva caja a su colección, una caja blanca, donde guardaba las palabras de la caja verde, cuando conocía su significado. Pero aun no había encontrado la palabra más bonita del mundo. 
Cogió la cajita y se sentó al lado de la ventana, a ver si encontraba fuera la palabra más bonita del mundo. Y en ese momento, paso ÉL, que le dedico una sonrisa mientras pedaleaba con su bici. Ella, con el corazón a cien, agarró la cajita y se la puso en el pecho, suspiro y descubrió que la palabra más hermosa, era el nombre de Él.


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